¡Ha llegado la primavera! Una vez más, el periodo de quietud, introspección y gestación del invierno ha concluido y toca salir a la vida, volver a nacer. La primavera también nos recuerda que estamos vivas/os, que la vida es un regalo y pase lo que pase en ella hay que agradecerlo.
El agradecimiento es una herramienta magnífica para seguir generando vida y evolución a nivel personal y a nuestro alrededor porque agradecer implica la capacidad de “mirar”, mirar y ver más allá de nuestro ombligo, de nuestras cotidianeidades, de nuestros deseos egoicos, de nuestros bloqueos y obstáculos. El agradecimiento nos conecta con una dimensión más sabia y más generosa de nosotros mismos y, por ello, nos acerca a nuestra esencia.
Este periodo está bajo el influjo del arquetipo del Sanador, que presta atención a lo que tiene corazón y sentido. Bajo su paraguas, podemos atender a lo que llama a nuestra puerta para ser mirado, para ser sanado y tomar decisiones conscientes para seguir caminando con plenitud. Hacer lo que nos hace sentido es hacer lo que tiene corazón y a menudo nos empeñamos en hacer lo que tenemos que hacer. Y ahora, preguntémonos: ¿estoy haciendo lo que tiene sentido para mí? ¿eso que intuyo que es por lo que he venido aquí? o… ¿hago lo que se espera de mí y lo que “hay” que hacer? El portal para responder a esta pregunta es el corazón, un corazón abierto que se atreva a ir un poco más allá, a seguir sintiendo, a no retirarse aunque duela, para seguir disfrutando de la experiencia de la vida. El agradecimiento, de nuevo, nos apoya a mantener este corazón abierto y confiado a pesar de las dificultades y las dudas.
El arquetipo del Sanador nos acompaña en esta misión, animándonos al canto, la danza, la meditación sentada y a compartir historias. Pero también podemos sentir su Sombra en la nuestra cuando nos empeñamos en el control, el afán de perfección, el enganche hacia los hábitos y maneras que sabemos claramente que ya no funcionan, según el legado que nos dejó Angeles Arrien con quién tuve el honor de compartir cuatro años de aprendizaje.
Os espero en este viaje hacia el centro de la humanidad, que es el corazón único, para sintonizar con la frecuencia más elevada y genuina de cada quién.