Tres días, tres noches, tres aliados: el silencio, el ayuno, la soledad.
Tres ámbitos que explorar: la relación conmigo misma, con el “otro” y con el resto, los demás, el mundo, la comunidad.
Tres momentos claves:
El instante en que decidí que haría el retiro desafiando a toda lógica, plan, resquicio de racionalidad o cordura. Simplemente siguiendo el anhelo de hacer algo distinto, de ser fiel a mi llamada, de regalarme algo a mi misma.
El taller de Irene del fin de semana había sido para mi …introspectivo, enriquecedor, revelador pero desde luego lo más opuesto a lo acomodado, conocido, complaciente o apaciguador. Lejos de ese “bienestar” localizaba en el estomago el zumbido de una colonia de moscas que me impedía seguir negando la evidencia de un malestar antiguo, algo maloliente que había intentado camuflar, tapado bajo losas de muchos nombres, invisible pero latente como las tripas de un volcán.
Bueno, es lo que había pedido: poder ver y saber de una vez por todas por qué y para qué, y sobre todo quién era “yo”. Asomada a este umbral ¿Que otra cosa podía hacer sino permitirme un tiempo, un espacio, un estado en el que pudiera conversar con “eso” desde el silencio?. Estaba decidido no tenía ni idea de cómo solucionar y conjugar lo de fuera con esta decisión pero como siempre …el universo conspiró.
El otro gran momento: aquel compuesto de todas las respuestas soñadas, adivinadas, intuidas, aportadas por los bichos, las plantas, el agua, algún claro de sol, la humedad, los árboles y la comunidad de Amalurra con sus idas y venidas al tipi, sus velaciones, sus cantos, sus risas, sus tambores, sus palabras que adivinaba en torno al fuego que habían encendido para nosotros, para cuidarnos y apoyarnos en “eso” que buscábamos.
Y añado a ese gran momento, las hora de desconexión, de hambre, de ruido mental, de pensamientos inconexos que insistieron en visitarme: "pasa, también eso soy yo".
Y por último, el momento final: el reencuentro con “el resto”, con el mundo, con la comunidad. Toda la comunidad representada en los niños pequeños y medianos, adolescentes y jóvenes, adultos y mayores, sintiendo más que entendiendo, lo que es el Uno, la Unicidad y quitando importancia al quién pequeño, separado y desvalido que se pregunta quién es.
Tres semillas para regar y alimentar durante muchas lunas: Yo, el Otro, la Comunidad.
Mi agradecimiento a Irene Goikolea que siempre alumbra mis deseos de corazón y a toda la comunidad de Amalurra donde puedo re-encontrame.
julia