Una vez más, esta primavera, he tenido la experiencia de abrir un espacio que ha facilitado activar el arquetipo del Sanador dentro de cada uno de los asistentes al retiro Sana tu corazón. En sintonía con este arquetipo, se fueron desplegando los traumas más profundos y se pudo sanar el impacto que el cuerpo físico y emocional de las personas allí presentes aún guardaban.
A medida que cada quien tuvo la oportunidad de conectar con el trauma y se abrió a sentirlo, le resultó más fácil completar en el presente el recorrido del impacto que se había quedado bloqueado y sin completarse en algunas situaciones del pasado.
Especialmente en primavera, si nos fijamos en la naturaleza, nada resiste este movimiento de apertura y renovación. Sin embargo, los humanos hemos desarrollado una gran resistencia a este proceso y, en consecuencia, hemos salido del patrón de la salud y el equilibrio para instalarnos en patrones de resistencia a la vida que acaban por enfermarnos. Por tanto, desde el principio, alenté a los participantes a que tomaran conciencia y nombraran su resistencia como algo que todos llevamos dentro para así evitar el peligro de ser arrastrados por ella. Al nombrarla, le dimos espacio entre nosotros, visualizándola como un cinturón negro alrededor del círculo.
Durante todo el fin de semana, me enfoqué en acompañar y facilitar al grupo el proceso de toma de conciencia de esa resistencia con ternura, empatía y fluidez. Así, pudimos mostrar, experimentar y trabajar los contenidos que, como diferentes aspectos de la luz y la sombra del sanador interno, iban emergiendo del campo interactivo a través de los participantes, para destilar de cada dilema aquello que tenía corazón y sentido para cada uno.
Poniendo en práctica las herramientas del sanador - canto, meditación tumbada, baile, silencio y viaje chamánico- y a través de la palabra conectada al corazón, la emoción, la música y mucho amor y sentimiento, he constatado una vez más, puesto que somos seres ilimitados, que la clave de la sanación no es el autoconocimiento, sino el sentimiento consciente. Solo cuando ponemos conciencia a lo que sentimos en el momento, podemos abrazar y sanar esa parte de nosotros.
Aunque el trauma pertenece al pasado y no lo podemos cambiar, su impacto perdura en el presente en forma de emociones y sentimientos. Así, en el retiro, todos y cada uno de los participantes fueron descendiendo por los hilos de esos sentimientos hasta tocar el dolor, el origen del trauma, para recuperar algo que la experiencia traumática les arrebató.
En este retiro, también he observado cómo las y los participantes han avanzado en el arte de notar, “noticing”, es decir, de darse cuenta de los pensamientos, sentimientos, sensaciones corporales, bloqueos o resistencias a fin de apropiarse de todos ellos. Fruto de esta toma de conciencia, se ha logrado un espacio interno para acoger y tomar responsabilidad de aquello que, como consecuencia de nuestra irresponsabilidad, ha campado a sus anchas destruyendo el entorno de cada uno.
También se ha mostrado la importancia de ser amoroso y disciplinado con uno mismo porque, como ya hemos visto, tomar conciencia no es suficiente para la sanación. Asimismo, activamos y utilizamos nuestras cualidades sanadoras para crear un espacio de sanación para personas que en ese momento la necesitaban por encontrarse enfermas físicamente.
Gratitud, vulnerabilidad, fuerza, fe, confianza, decisión, orden y alegría, entre otras, han sido las cualidades que han emergido bajo nuestros bloqueos, cuyas radiaciones sanadoras hemos atesorado y, al mismo tiempo, se han ofrecido a las cuatro direcciones para la sanación colectiva.
Por último, quiero destacar tres movimientos sanadores que han acontecido en este retiro porque, por un lado, resultaron especialmente emotivos y, por otro, porque todos pudimos participar en ellos como piezas de un mismo corazón con un mismo latido:
1.El caminar fuerte y firme de hombres y mujeres juntos conteniendo consciente y responsablemente dentro de sus cuerpos las energías y emociones más excluidas y, por tanto, las menos apropiadas en uno, como pueden ser la rabia y el resentimiento.
Este movimiento al unísono fue el resultado de la conexión y la evolución de esas emociones marginadas o no gestionadas que al desplegarse completaron su ciclo creando un espacio de armonía, fuerza y unión al servicio de la VIDA, un campo de encuentro y de respeto en el que cada individuo era protagonista necesario para alcanzar un nivel de sintonía y orden lleno de vida.
2.En relación al hilo de sentimientos que necesitamos para profundizar, destacaría el trabajo realizado con uno de los participantes. Mi profunda resonancia con él en su corazón roto tuvo su eco en el contenedor que todos conformábamos, lo que nos llevó a que todos pudiéramos conectar con el corazón roto de cada uno. Es decir, el movimiento vertical hacia la profundidad tuvo un impacto horizontal que abarcó a todo el grupo. Era el hilo del corazón roto, ese sentimiento que todos, sin excepción, resistimos.
En ese instante, el trabajo personal se convirtió en el trabajo del Nosotros, creando un espacio de alta frecuencia que propició la participación activa en la práctica de sanación hacia uno mismo, hacia el otro y hacia el mundo.
3.El emocionante espacio final de práctica de sanación para algunas personas físicamente enfermas en el que pudimos experimentarnos al servicio del potencial sanador que todos llevamos dentro.
Ahora, en esta primavera, quien participó en el retiro puede seguir trabajando y profundizando, teniendo como referencia las imágenes o procesos que se han dado a lo largo del fin de semana pues el trabajo continúa en la medida que uno se compromete con aquello que impactó en su interior.
En definitiva, este retiro nos ha vuelto a reconectar con la sensibilidad inherente al ser humano y ha traído consigo una ráfaga de esperanza en este tiempo de tanta turbulencia y violencia.