“Llama a todas las naciones seamos uno, los pieles roja, los de piel amarilla, los blancos y los negros; seamos uno bajo el sol por nuestros ancestros y nuestros nietos”.
Quisiera compartir retazos de mi experiencia en el “Primer Encuentro de Mujeres con el Consejo Internacional de las 13 Abuelas Indígenas” (1st Women’s Gathering with the International Council of the 13 Indigenous Grandmothers), celebrado en el rancho Soda Spring, Arizona, del 20 al 23 de marzo. Decidí acudir al encuentro empujada por la misma llamada que había sentido hacía 21 años, cuando di el primer paso por el despertar a lo femenino, a la esencia de la Madre, convocando mi primer círculo de mujeres. En aquel entonces solo tenía noticia de los círculos de mujeres mexicanas que se reunían con el compromiso personal y grupal de rescatar lo Sagrado Femenino y de orar para pedir guía sobre el proceso de sanación de la mujer con el fin de recuperar nuestro poder y fortaleza. A pesar de no tener más modelos que seguir, me dejé llevar por un impulso que trajo muchos desafíos, pero también muchos frutos, como la fundación de tres comunidades intencionales, con todo lo que ello ha implicado. En la actualidad, este impulso ya ha completado su recorrido y asistir al encuentro en la tierra sagrada de Arizona suponía cerrar una etapa y abrir las puertas a la siguiente.
El consejo de las 13 abuelas está constituido por un grupo de mujeres líderes, guardianas de la sabiduría indígena, que se dedican a educar y trabajar por la recuperación de una relación equilibrada entre los seres humanos y con la naturaleza. Su mensaje principal es que todos tenemos parte de responsabilidad para conseguir vivir de manera sostenible y dejar un planeta habitable a las generaciones futuras. Esta vez se reunían “En el nombre de la Madre” (In the Name of the Mother). A lo largo de estos días, entre oraciones, música y cantos, las abuelas fueron transmitiendo sus enseñanzas ante las 400 mujeres que acudimos al evento. Todas las ceremonias y rituales que celebraron tuvieron como objetivo compartir el conocimiento que permite restablecer la conexión sagrada con la Madre Tierra pues, según la abuela Agnes, las mujeres tenemos el cordón umbilical que nos conecta con el centro de la Tierra. Durante todo el encuentro, las abuelas hicieron especial énfasis en el poder de la oración y rezaron para que las generaciones futuras tuvieran una vida sana, algo que, en palabras de la misma abuela, se logra caminando lo que se habla, es decir, la verdad de cada cual. En concreto, fue muy emotivo contemplar a una de las ancianas Lakota orando por su pueblo y pidiendo por las personas que tienen problemas con el alcohol y la marihuana, como su propio hijo.
Asimismo todas rezaron por el propósito principal del encuentro: la urgencia de cuidar y purificar las aguas del planeta y, por ende, de las aguas internas, es decir, de nuestras emociones. Esta labor es responsabilidad de las mujeres, dijeron, por ser nosotras las que portamos las aguas sagradas que dan la vida. A pesar de la sencillez de sus palabras, éstas resonaban con fuerza, llenas de claves para encontrar soluciones a la situación actual de crisis en la que estamos inmersos, como la necesidad de desprivatizar las aguas limpias del planeta y purificar las contaminadas.
Sé por experiencia propia que cada vez que se realiza un encuentro en torno a una intención, el universo conspira para satisfacerla. Esta vez me preguntaba qué conseguiría activar las aguas internas de las 400 mujeres allí reunidas hasta abrir el corazón y dejar fluir el sentimiento de una manera transformadora que movilizara y purificara nuestras emociones. A pesar de que esto es un misterio que no se puede programar, el poder de la intención siempre hace que el propósito se dé de alguna manera. El último día, se celebró la ceremonia de bendición del agua en la laguna sagrada de Montezuma Well (el Pozo de Montezuma). Tras la ceremonia, la abuela Lakota dio comienzo a la sesión de la tarde rezando ante el fuego por la abuela africana Bernadette, cuyo hijo, el mismo que la había llevado al aeropuerto, había muerto esa noche.
A pesar del dolor, Bernadette se encontraba presente, junto a todas las demás, escuchando el rezo que la abuela Lakota desgranaba por ella. El poder de esta oración fue lo que nos sumergió a todas las mujeres en un río de puro sentimiento colectivo y así fue como nos unimos al intenso dolor que la abuela Bernadette estaba transitando en esos momentos con dignidad y apertura, mostrando su corazón roto abierto y, por ende, generoso.
Percibir a esta mujer desgarrada y, sin embargo, en pie, nos ayudó a abrir nuestros corazones y dejar que nuestras aguas internas fluyeran y se purificaran con el llanto. Nuestra solidaridad y compasión envolvieron a aquella mujer, cuyo dolor era imposible de imaginar para quien no ha pasado por ello, pues uno de los mayores reveses que una madre puede sufrir es perder a un hijo.
Para nosotras, ser testigos de este acontecimiento nos abrió al verdadero sentido de la vida, que es encarar la muerte con un corazón abierto. Nunca olvidaré la imagen de la abuela africana, rota al tiempo que generosa con todas las que nos acercamos a ella, compartiendo su vulnerabilidad sin abandonar su lugar, al que se asía como un árbol de fuertes raíces y gran copa. Ella nos dio un ejemplo de cómo recoger la lección que la vida nos presenta en cada momento para poder continuar hacia adelante.
Es evidente, como así lo demostraron, que todas ellas confiaban en el poder del rezo, cuyo impacto se está demostrando ya científicamente. La abuela Lakota dijo que había estado a punto de morir en varias ocasiones pero todavía no se había marchado porque le quedaba trabajo por hacer con la oración, para pedir por las generaciones futuras y por la situación que estamos atravesando a nivel mundial.
Fue un privilegio ver a estas abuelas, algunas de ellas cerca de los 90 años, bañadas en lágrimas, orando con el tabaco sagrado, comunicándose con el Gran Espíritu desde su más profunda humanidad, vulnerabilidad y necesidad, y siempre agradeciendo por la vida. En esos momentos, me acordé de mi madre y cómo también ella trató de inculcarme con su ejemplo el valor de la oración que tanto practicaba. Durante mucho tiempo yo no fui capaz de apreciar ni entender su enseñanza. Hoy reconozco y comparto el valor de esta práctica.
Realmente ha sido muy inspirador contemplar a estas abuelas desempeñando su labor como sacerdotisas, sanadoras, mensajeras o maestras, sin limitarse por la edad o la distancia recorrida para participar en este encuentro, que para ellas ha sido una oración en acción. Todas dieron un ejemplo de saber estar, permaneciendo de pie durante horas, mientras transmitían el mensaje de la Madre Tierra y de los ancestros, y compartían su medicina con generosidad y sencillez. Por otro lado, también ha sido muy enriquecedor convivir durante estos días con mujeres a las que no conocía pero a las que me he sentido muy unida y con la sensación de formar un solo cuerpo, como el que forman las 13 abuelas. No me cabe duda de que este encuentro es una manifestación de que el despertar de lo femenino es ya un hecho imparable y de que las mujeres estamos tomando la responsabilidad de haber elegido por el cambio y la transformación para preservar la vida en esta Tierra.
[gallery]Aunque sé que no es posible transmitir toda la sabiduría que se ha vertido a lo largo de este encuentro, me gustaría dejar aquí algunas de las palabras que más tocaron mi corazón. Espero que las disfrutéis.
- Abuela Mona Polacca (Hopi): “Toda mi vida he estado rodeada de oración, por la mañana, el mediodía y la noche. No me cabe duda de que hay un poder mayor que nosotros. Si nos comparamos con toda la creación, los humanos somos unas criaturas muy débiles. Con la oración recibimos guía para la vida. La oración es un derecho humano”.
- Abuela Aama Bombo: “Estoy aquí para rezar por el bien de todo el mundo. Yo no trabajo sólo para mí misma, sino para todos. Esto es lo que se necesita ahora en la Tierra para llegar al tiempo del Sattva Yuga, donde no habrá celos, ni ambición, ni odio”.
- Abuela Flordemayo: “Cada una de nosotras nos movemos y vibramos mientras nos hacemos una. Todas hemos sido llamadas. Todas sentimos el cambio y sabemos que es urgente llegar a ser Uno”.
- Abuela Tsering Dola Gyaltong: “Nuestras acciones tienen un impacto. Impactamos a las generaciones futuras. Lo que estamos viviendo en la actualidad como humanidad es un reflejo de acciones pasadas y de nuestras acciones presentes individuales y colectivas. Una de las razones por las que me uní al consejo de las abuelas es que todas nos estábamos uniendo a pesar de venir de contextos y religiones muy diferentes. Lo que más nos une es el cuidado y el amor que sentimos por los que sufren. Queremos aliviar el sufrimiento del mundo. Nuestra humanidad compartida nos une”.
- Abuela Maria Alice Campos Freire: “Con el fin de los bosques, el lugar más seguro para todos es la ‘cabaña’ de nuestros ancestros. El lugar seguro para nuestros ancestros es nuestro corazón. El espíritu del bosque vivirá en el corazón de los niños de fe”.
- Abuela Rita Blumenstein: “Después del Caos de este tiempo habrá paz”.
- Abuela Clara Shinobu Iura: “La grandeza es la manifestación de Dios. Nosotros podemos ser canales de esa grandeza. Pero si pensamos que somos Dios, estamos equivocados. Nosotros somos como bambú”.