El fin de semana del 8, 9 y 10 de junio, he tenido el placer de facilitar un taller más del ciclo anual 2018 “Un viaje hacia la libertad”. En este nuevo encuentro, y bajo el arquetipo del visionario, hemos explorado en nuestras creaciones en torno a las dinámicas entre lo masculino y lo femenino y hemos podido acceder a una verdad de corazón, sin culpa ni juicio, que las ha abarcado en un abrazo de mutuo perdón. Ha sido este un potente y bello trabajo de campo contenido por un numeroso grupo de 75 personas en el que se han manifestado diferentes facetas del abuso inconsciente de poder, que actúa tanto en lo masculino como en lo femenino, tras lo cual, cada mujer y cada hombre, ha podido acceder a su verdad y abrirse a su propia responsabilidad.
La inmediatez y contundencia con que afloró este tema, cuya exploración es fundamental para entender su impacto en los conflictos que asolan el mundo en general y nuestras vidas en particular, nos habló de la urgencia de trabajar estos contenidos que están a flor de piel. Existe una guerra emocional entre mujeres y hombres que devasta la vida. Poder observarla y trabajar con ella en la profundidad en la que lo hemos hecho es una oportunidad para contribuir a la paz y al entendimiento mutuo.
En este taller, hemos sido partes y observadores de las diferentes formas y matices en que se encubren constructos energéticos tan excluidos y, por ello, tan destructivos, mientras permanecen inconscientes, como la manipulación sexual, la perversidad, la tiranía y el abuso, los cuales se hallan ocultos en las relaciones de género mutuamente consensuadas por hombres y mujeres. Ello nos ha llevado a comprender la gran necesidad que tenemos de desvelarlos y reinterpretarlos, viendo en ellos expresiones de la rabia y la frustración que nos produce nuestro propio desempoderamiento. Abrirnos a sentir las emociones básicas que esconden (rabia, miedo y dolor), sin darles la espalda, es el mejor antídoto para el veneno que inoculan estos constructos en la cultura, la sociedad y los individuos.
Este movimiento se mostró con sus voces, emociones, sentimientos y personajes del mito y la memoria en una constelación que emergió del campo de manera orgánica y ya ha quedado minuciosamente recogido en nuestra experiencia y en nuestro “cuaderno de bitácora”. En su punto álgido, la constelación desveló, a través del principal rol femenino, una enseñanza sumamente importante: cuando la mujer percibe la destrucción, si se conecta a la parte positiva del arquetipo femenino, totalmente consciente de lo negativo, puede hacer un acto de conciencia y, en un intento de asumir la devastación, caminar hacia su opuesto (quien carga la cara de su enemigo) al encuentro de sí misma, es decir, al encuentro de la vida. En ese momento, ambos quedan redimidos por el amor, que es más real que el desamor.
Así pues, la imagen del acercamiento y abrazo entre ambos roles femenino y masculino, con todo el dolor y todo el amor que llevan dentro, nos reveló el sentido profundo de lo que es verdadero en el corazón del ser humano. Una vez que la rabia, el dolor y el miedo son abrazados, su dureza queda transmutada, dejando al descubierto la vulnerabilidad que quedó atrapada en esas emociones, como puerta para la sanación individual y, sobre todo, del colectivo sistémico, social y transgeneracional.
Por todo ello, compartir en estas líneas mi satisfacción por el trabajo realizado y mi reconocimiento a todos los participantes por su entrega y solidez en la contención de este material inconsciente, cuya hondura y conflictividad exige un alto grado de sinceridad, disposición y manejo de la metaposición. Felicidades a todos y muchas gracias por haber contribuido a hacer de este taller un evento extraordinario del que hemos salido entusiasmados y comprometidos en seguir explorando en el próximo taller de julio.