Gure Esku Dago, la iniciativa popular vasca que propuso crear una cadena humana a lo largo de 127 kilómetros para reivindicar la soberanía de los pueblos y el derecho a decidir, coincidió con el taller que Irene Goikolea impartía en Amalurra y algunas de las personas que asistían manifestaron sus deseos de acudir.
Este hecho dio pié a una propuesta mayoritaria para asistir juntos, que se convirtió en conflicto ante las distintas voces que se alzaron. Según dijo Irene: “en un taller o seminario lo que ocurre fuera es siempre una señal de lo que hace falta trabajar y la aparición del conflicto es lo mejor que puede ocurrirnos. Si no hay conflicto no hay sanación, porque es a través de él que podemos llegar a "ver" lo que quiere ser visto, lo que necesita ser sanado”.
El proceso comenzó con una removida general que cada participante vivió a su manera. El reto inicial: escuchar esas voces internas que disienten, que molestan, que nos muestran una parte no siempre agradable de nosotros mismos. El paso siguiente: darles voz, compartir esas voces con el grupo desde la autenticidad, de manera que el juicio se desvanezca porque el sonido del corazón es universal.
Además, si se decidía ir, había que pagar peaje, tanto los que querían ir como los que estaban dispuestos a acudir a petición de los otros, deberían entregar algo, pagar un precio, tal y como ocurre en la vida, en las decisiones y elecciones que definen y van diseñando nuestra existencia.
Finalmente y tras soltar todos la expectativa de ir o no ir, jugamos al juego de la vida, utilizamos esta toma de decisión para observar como funcionamos, para indagar sobre qué nos paraliza, qué complejos afloran, que limitaciones nos ponemos, que sentimientos nos mueven o nos separan de los demás.
La composición multicultural del grupo afloró el conflicto entre los diferentes pueblos representados en la sala: el pueblo vasco, catalán, andaluz, aragones, riojano, castellano,… Todos manifestaron sentimientos variados, memorias y anhelos que forman parte del ayer y se proyectan en el hoy y así representamos a pequeña escala la complejidad existente en el exterior.
Cualquier espectador habría afirmado que no había ni una remota posibilidad de alcanzar el consenso. Y con este percal a las 6 de la mañana del domingo….iniciamos la ultima parte del taller con el acuerdo de que en función de lo que se mostrara iríamos a la cadena humana o no. Entregamos la comodidad, el sueño y los jóvenes que querían asistir la parte festiva del evento. Así, el proceso siguió su curso y todos los participantes pudimos expresarnos en el formato que su alma eligió.
A las 10 de las mañanas absolutamente todas las voces habían sido oídas y la serenidad reinaba en la sala. La maestría de Irene Goikolea para gestionar y orquestar las luces y sombras que nos hacen seres humanos se puso de manifiesto una vez más y el milagro ocurrió: había unicidad en la postura del grupo, había una calma procedente de una decisión tomada desde los corazones que respetaba lo individual pero contenía una visión de conjunto, de lo común.
Y así, en media hora, las 60 personas que participamos en el taller estábamos organizadas y listas para partir hacia Durango, a dónde llegamos sin problemas y un cuarto de hora antes de las 12 de la mañana ya éramos parte del eslabón humano de esas 150.000 personas que participaron de esta utopía.
Juntos, unidos, contentos, ocupamos un trazo vacío de carretera justo debajo de las faldas de Anboto, parecía que el lugar nos estaba esperando y en ese instante un águila apareció en el cielo azul claro para regalarnos un vuelo sobre nuestras cabezas, una visión más elevada: era la recompensa del trabajo profundo y bien hecho donde todo estaba en orden, dentro y fuera.
El poder formar parte de este movimiento social nos exigió primero una unidad a nivel personal, la unión de nuestras partes incluyendo las discordantes y nos obligo a compartirlas con el otro para que pudiéramos abrazarlo también a él. Finalmente nos enseñó que nada es imposible y que la soberanía comienza cuando nos apropiamos de nuestro propio poder, sin pasar por encima de nada y de nadie.
Para nosotros el lema “Gure Esku Dago” es una realidad constatada de que es posible lograr la soberanía como personas y como pueblos. Esta es la certeza que los que participamos del taller nos llevamos, con la esperanza de que germine y dé sus frutos en nuestros respectivos entornos.
Julieta Beltza