Ha sido una muy buena manera de iniciar las vacaciones laborales.
Darte tiempo. Darte tiempo para escuchar, para oler, para dormir, para observar y mirar tu sitio, para envidiar otro sitio, para estar.
Lo más banal, lo más natural, todo lo que nos pasa inadvertido, al no mirar, al no estar presentes: una flor, un árbol, su corteza, un insecto, un ruido, una cáscara de polluelo y mil cosas más, se hacen visibles .
Todo ello por insignificante que parezca se convierte en el detonante de una cascada de acontecimientos internos que abren puertas a aspectos desconocidos de ti mismo.
También está el reto que te plantea estar solo, sin comida, sin control del tiempo: ¿Podré?, ¿aguantaré? Y, al final, lo consigues.
Pero este conseguirlo no tiene sentido si no es gracias a todos los que están sosteniendo.
Con su recibimiento tan caluroso y tan sentido me enseñaron, en ese preciso momento, que ya no se trataba de mi reto personal.
Era la comunión de sentimientos y de corazones y eso era lo que realmente hacía posible abrirse a la comunidad y no a la individualidad.
No soy solo yo, si soy gracias a todos.
Una muy buena experiencia para hacer camino.
Gracias
Rosa