A lo largo de mi trayectoria como facilitadora de individuos y grupos, he bebido de muchas fuentes y me he formado en disciplinas como la psicología profunda, constelaciones familiares y nuevas constelaciones familiares, rituales sistémicos, chamanismo, Hakomi, Integral Coaching™, Trabajo de Procesos, PNL, Reiki o yoga. Cada una de ellas ha aportado una perspectiva, una herramienta o un matiz que ha enriquecido mi metodología personal, basada en la conexión con la inteligencia del campo colectivo y mi propia intuición y experiencia.
Aunque en la facilitación de grupos e individuos incorporo elementos de esas disciplinas, el trabajo de procesos (PW), creado por Arnold y Amy Mindell, da voz y lenguaje al mío propio, pues ambos comparten la misma premisa como fundamento: atender las señales visibles y sutiles que tanto las personas como los acontecimientos emiten, para, a partir de ahí, lograr una transformación individual y mundial.
Esta práctica de conciencia es un enfoque innovador del cambio individual y colectivo, que combina la psicología, la espiritualidad, el activismo social y la expresión creativa en un solo paradigma. Básicamente, el trabajo de procesos tiene en cuenta lo que está sucediendo en dos niveles de percepción: el consciente (nivel primario) y el inconsciente (nivel secundario), compuesto por aquello que normalmente no percibimos en una situación dada. Según Arnold Mindell, el trabajo de procesos se enfoca en lo que está sucediendo en el momento para traer a la superficie los procesos secundarios y poder utilizar así todo el potencial del individuo. Es decir, trata de poner sobre la mesa el espectro completo de la experiencia de individuos y grupos para poder trabajar con ello.
Un aspecto fundamental de este trabajo es la atención especial que presta al cuerpo, el cual, a través de señales, síntomas o movimientos espontáneos, da expresión a conflictos internos, sentimientos y pensamientos que necesitan ser reconocidos y aceptados pues contienen y revelan información muy valiosa de nuestra dimensión más profunda. Sin embargo, habitualmente, los marginamos o ignoramos al percibirlos como amenazantes, lo que no impide que continúen actuando de un modo inconsciente, determinando la calidad de nuestras relaciones, salud o crecimiento personal.
Para Mindell, esos gestos espontáneos e incontrolados están, a su vez, aparentemente conectados a nuestros sueños, los cuales no se manifiestan únicamente mientras dormimos, sino que también se articulan en síntomas físicos, dificultades de relación, adicciones, estados extremos de conciencia y tensiones sociales. El paradigma del trabajo de procesos considera que abordar los procesos oníricos con apertura y respeto puede conducir a nuevos conocimientos y crear cambios energéticos que son vitales para nuestro desarrollo. Con sus raíces en la psicología jungiana, el taoísmo filosófico y la física moderna, el trabajo de procesos se basa en la suposición de que la solución a un problema está contenida en la propia perturbación. Por ello, dentro de los problemas actuales se encuentran las soluciones para el mañana.
Mindell divide la realidad en tres niveles que incorporan cualquier experiencia posible de la realidad. Estos niveles son: la realidad consensual, el mundo de los sueños y la esencia. La realidad consensual es el nivel de nuestra experiencia mensurable y compartida, es decir, aspectos de la realidad sobre los que podemos alcanzar un consenso. El trabajo de procesos se ocupa de todo lo que normalmente consideramos “real”: problemas y asuntos relacionados con el desarrollo de individuos, parejas, empresas y ciudades. Trabajar en el nivel de la realidad consensual implica observar lo que una persona o un grupo determinado considera real.
En el mundo de los sueños se encuentran experiencias y sucesos a los que a menudo no prestamos mucha atención, como sensaciones corporales, dobles señales, grupos de roles fantasmas o eventos de los que se habla pero que no están presentes; por ejemplo, figuras históricas. En este nivel, se trata de explorar sueños, sentimientos profundos, verdades no dichas, señales corporales “dobles” o involuntarias, “fantasmas” (figuras no representadas) y roles fantasmas que aparecen en las historias y mitos de individuos y organizaciones. La historia y los sucesos transgeneracionales también son importantes.
El nivel de la esencia es una capa sutil de experiencia que ocurre antes de cualquier manifestación en el mundo material. Algunas tradiciones espirituales lo llaman unicidad, espíritu o una sensación de completitud. Trabajar en este nivel implica, entre otras cosas, tomar conciencia de las experiencias previas al sentimiento que emergen más tarde en forma de imágenes e ideas. Aprender a llegar al nivel esencial permite acceder a soluciones sorprendentes a situaciones aparentemente insuperables.
Al inicio de mi trayectoria como facilitadora, me dediqué a explorar esos niveles a través de las experiencias vivenciales que surgieron en las diferentes vertientes de lo que llamé proyecto Amalurra: trabajo de sanación, crecimiento personal consciente, materialización de la comunidad Amalurra o trabajo sistémico y cultural. Los procesos que acompañaron el desarrollo de este proyecto nos llevaron a penetrar de lleno en aspectos negados o rechazados por estar vinculados a contenidos dolorosos. Dichos procesos contribuyeron a tomar conciencia de cómo habíamos excluido de nuestra experiencia cotidiana emociones, sentimientos, deseos, sueños, intuiciones, fantasías o impulsos por diferentes motivos: por infravalorarlos, porque entraban en conflicto con nuestro sistema de creencias básico o el de la cultura a la que pertenecemos o porque nos conectaban con un espacio de vulnerabilidad. Al rechazarlos, nos negábamos el acceso a gran parte de la información que apoyaba nuestro crecimiento y transformación por el reto que suponía para nuestra conciencia ordinaria.
El abordaje orgánico del trabajo de procesos se basa en la sabiduría ancestral y en estructuras que se están desarrollando con una intención de inclusión o sanación. Por esta razón, hoy en día, es una metodología integrada en múltiples disciplinas. Yo la he incorporado en mis talleres, otra vertiente de mi trabajo que he ido desarrollando orgánicamente en la medida que me he enfocado en atender el campo interactivo. Dicho campo surge cuando un grupo se aúna en torno a una intención: de sanación y transformación de la conciencia, en este caso.
En estos espacios de introspección, facilito los procesos que se despliegan a través de los individuos, los cuales actúan como ventanas del campo colectivo. Para ello, presto atención a las dinámicas inconscientes que los participantes manifiestan a través de señales, sincronías, sueños, sentimientos y experiencias somáticas, siendo estos una puerta a un estado alterado de conciencia del que se puede extraer información sobre el campo, tanto individual como colectiva, encaminada a adquirir y desarrollar un mayor nivel de conocimiento, comprensión y compasión.
Por todo lo expuesto, considero que el trabajo de procesos es una valiosa herramienta de trabajo interno que nos aporta una gran sabiduría a la que podemos acceder si somos capaces de desplegar con conciencia nuestras experiencias, síntomas corporales, problemas de relación, conflictos de grupo u organizaciones, así como conflictos políticos con el objetivo de contactar con nuestro centro más profundo. Ahí es donde se encuentra el ser libre que todos llevamos dentro, anhelando tomar las riendas de nuestra vida e interactuar con campos sociales y comunitarios en pos de construir una sociedad más equilibrada, justa y armoniosa, particularmente en estos momentos de gran agitación social, política o cultural.