Un día, tuve la certeza, y así lo expresé, de que el Proyecto de Comunidades intencionales Amalurra manifestaría sin necesidad de palabras toda la esencia que fuéramos capaces de extraer de esta experiencia porque, cuando se toca el alma es muy difícil expresarlo con palabras, a no ser que sea a través del arte. De la misma manera que el poeta crea una obra de arte con palabras, o el pintor con imágenes, la naturaleza evoca el alma que se rescata a través de la interacción en pos de una intención.
A pesar de que en aquel momento pensé que se trataba de una utopía, ha sido grato comprobar, mediante los testimonios de las personas que han visitado Amalurra, que esto es un hecho, que la intención es tan poderosa que no se puede medir, y que no hay cantidad que la pueda definir, pues en ella, sólo hay intensidad.
Tal es así que un día, un hombre ciego, sordo y mudo tocaba una sola letra de la palabra Amalurra en el símbolo de nuestro logotipo y temblaba estremecido de la fuerza que emanaba simplemente de esa palabra escrita. Era ciego y, sin embargo, vio y sintió eso que es más grande y nos aúna, que no se puede medir ni ver, sino sólo sentir a través del corazón: Amalurra. Él no necesitó los ojos, ni siquiera el oído. Sólo sintió su corazón emocionado al percibir la vibración que emanaba de sí mismo.
En realidad, no se trata de lo que está fuera. Es lo que habita en nuestro interior lo que hace que nos estremezcamos o que reneguemos. Lo que es más grande no nos empequeñece, sino que nos inspira a la devoción y nos acoge en su vibración, en la que disueltos, somos todos uno con el amor. Nos sentimos como si nos hubieran estado esperando, como si el lugar saliera al encuentro, buscándonos para formar parte de él.
Cuando yo empecé a imaginar Amalurra, mi impulso de despertar al sentimiento y con ello recuperar nuestra verdadera identidad y soberanía, inspiró a todo aquel que resonó con ello. Nos servimos de la voluntad para sembrar esa intención y esta tierra sacó lo mejor. Amalurra expresa el alma que hemos hecho, lo que hemos transitado y lo que hemos transformado dentro de nosotros. Hemos materializado aquello de lo que hemos tomado conciencia en nuestro interior.
A medida que algo hacíamos dentro, lo manifestábamos fuera y lo que veíamos fuera nos daba la oportunidad de mirarnos por dentro, conscientes de que algo nos quería decir. Este movimiento de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro, como una expiración e inspiración, contracción y expansión, ha hecho que se instale la semilla del nuevo tiempo, que es la conciencia de pertenecer a algo más grande que uno mismo. Sin duda, al margen de lo que ahora hagamos nosotros en adelante, esto resuena ya con otras semillas de la tierra y vibra en todos los corazones.