El mismo “Día de la Tierra” tuve la oportunidad de visitar el bosque de Muir Woods, en California, considerado Monumento Nacional por la belleza de sus magníficas sequoias, de 1000 y hasta 2000 años de edad, que se alzan majestuosas hasta el cielo. Este paraje es un verdadero regalo dela Madre Tierra. Penetrar en este bosque es como entrar en un templo, levantado sobre los pilares de estos ancianos árboles, y gozar de la sacralidad de la Tierra. Pasear entre ellos es toda una experiencia que nos sumerge al instante en las profundidades de uno mismo.
La frondosidad de estos árboles apenas deja pasar los rayos del sol, sobre todo porque se apiñan unos junto a otros, creciendo en unidad. Penetrar en su interior es como estar dentro de un gran útero y experimentar que uno no está separado dela Madre Tierra.
Por eso, al tener la experiencia de sentirme una pequeña célula dela Tierra, cuando oigo hablar de que podemos contribuir a la sanación de la misma, me doy cuenta de que es una ilusión el mero hecho de pretender ayudarla como si fuéramos más grandes que ella. Ni siquiera puedo creer que podamos causarle algún daño, a pesar de nuestra actuación inconsciente. Realmente, el daño nos lo hacemos a nosotros mismos, pues la Tierra es poderosa y, en estos momentos, se encuentra en su proceso, un proceso de transformación que se expresa también en la transformación en la que los humanos estamos inmersos, como células de la propia Madre.
Esta transformación se expresa a través de las crisis que estamos atravesando en diferentes niveles de nuestra existencia. Así pues, podríamos decir que la Tierra está en plena crisis transformativa y nosotros somos el reflejo de este proceso de renovación a través del cual estamos tomando conciencia de muchos aspectos de nuestras vidas.La Tierrase está moviendo hacia otros planos y nosotros también, junto a ella, como hijos suyos que somos.
Sería iluso pensar que podemos ayudar ala Tierra, cuando ella es un ser poderoso: la gran Madre de todo lo que existe. En todo caso, ella nos está ayudando y si aprovechamos este movimiento como una oportunidad para nacer a una nueva conciencia de nosotros mismos en relación ala Madre Tierra.
Tal vez, llegáramos a respetarla y a amarla como la fuente de vida que es y a mirarnos en su espejo para conocer nuestra propia naturaleza y vincularnos conscientemente a ella. En realidad, somos partes dela Tierray, sin ella, no podemos vivir, por mucho que, desde nuestra ignorancia, pretendamos ser más grandes.
Ahora, me vienen al recuerdo las palabras del chamán Inuit Angaangag cuya abuela interpretó simbólicamente el deshielo de los polos como el reflejo de que el corazón de los occidentales se está deshelando. Esta es una manera indígena de ver la parte positiva de la tragedia. Ojalá se deshiele, pues, nuestro corazón de modo que podamos contemplar este proceso con un corazón abierto.