En los últimos años, se han empezado a escuchar con cierta frecuencia conceptos como el campo interactivo, el campo intersubjetivo o el espacio del nosotros. Estos términos se refieren al hecho comprobado de que cuando un grupo de personas reunidas en torno a una misma intención alcanzan cierta coherencia y sincronización, se crea un potente campo energético que posee un mayor nivel de orden, sabiduría o creatividad que el campo individual de cada participante. Este espacio goza de una inteligencia superior, siempre presente, que guía y abarca a todos los integrantes del grupo. Así mismo, tiene una dinámica propia, separada e independiente de los individuos, que sólo es posible experimentar a través de las subjetividades individuales y combinadas de estos. En otras palabras, el espacio del nosotros se genera en la interrelación con otras personas y en él se experimenta la interioridad única de cada cual en un espacio compartido.
La actualidad de este concepto está íntimamente relacionada con el proceso evolutivo que la humanidad está atravesando hoy en día, al igual que todos los seres del cosmos. La evolución ocurre en términos de la conciencia individual y en fases más o menos predecibles. El salto evolutivo que está desarrollándose en este momento se traduce en el paso de una conciencia individual a una conciencia global, la cual potencia el desarrollo de la unidad, de una nueva manera de relacionarnos y de una inteligencia colectiva. Este tipo de conciencia es la que se está instalando en el espacio del nosotros.
Dicho espacio también ha ido evolucionando a través de diferentes etapas y, en cada una de ellas, se han despertado valores diferentes. En estos momentos, se trata de integrar lo que se ha desarrollado en las fases anteriores e incorporar lo nuevo: una conciencia abarcadora e inclusiva de todo lo anterior, que no se identifica con una perspectiva en concreto, sino que se traduce en que nos expandimos a nivel interno y somos capaces de contener más.
Estrechamente vinculado al campo intersubjetivo se encuentra la capacidad de relacionarnos entre nosotros y con todo lo que existe en el universo en un nivel de conectividad más profunda. Es lo que se conoce como la capacidad femenina de la relacionalidad. Somos seres relacionales, vinculados a nuestras circunstancias, entorno o relaciones. Somos parte de un universo vivo y no nos podemos separar de él. Dentro del viejo paradigma, hemos actuado como elementos separados dentro del universo. Sin embargo, el nuevo paradigma hacia el que estamos evolucionando se fundamenta en el hecho de que somos partes inseparables de un universo vivo.
Ha llegado la hora en la que estamos llamados a encontrar un orden superior de relacionarnos para experimentar un nivel de conexión, autenticidad, amor, intimidad, entusiasmo, curiosidad y creatividad mayor del que experimentamos en las circunstancias normales de la vida. En el momento en el que dejamos caer las barreras con las que protegemos nuestra vulnerabilidad, las posibilidades aumentan. Esta fue la piedra angular donde fundamenté mi trabajo hace ya 20 años. En el espacio del nosotros, que es un campo transformativo e intersubjetivo, podemos abrirnos el uno al otro, despertando a la vulnerabilidad y a un nuevo tipo de conexión. Sin embargo, es necesario trabajar esta percepción, ya que es una dimensión de conciencia que todavía necesita desarrollarse.
En el trabajo de introspección emprendido en los círculos de palabra al igual que en mis cursos y seminarios, he tenido en cuenta la existencia de este espacio del nosotros y he trabajado por ampliar la capacidad de percepción de cada integrante, de modo que fuera posible acceder a diferentes capas de significado y realidad. En el último seminario que he impartido, titulado “El poder transformador de la vida cotidiana”, he podido comprobar el nivel de conexión que se ha generado entre personas que ya llevan tiempo trabajando conmigo y otras que acudían por primera vez. Todos y cada uno de los participantes en este taller han podido conectar con el espacio del nosotros por igual, al tiempo que han vertido en este la experiencia de su transformación personal. Ha sido muy grato constatar cómo, a medida que cada integrante iba tomando conciencia de aspectos de su vida que permanecían en el inconsciente, ha sido posible acceder a niveles más profundos de conexión.
Por mi parte, como facilitadora de estos cursos, también participo de la conexión con el espacio del nosotros. De alguna manera, mi papel se traduce en recoger la información contenida en ese espacio, compuesto por todos los integrantes del grupo. Al comienzo, espero a que me llegue un impulso y, cuando siento su presencia, me abro a él, lo sigo y digo sí a lo que venga. Esta información encuentra expresión a través de mis palabras y mi presencia. Cuanto más confío en el impulso, más información puedo descargar del plano transpersonal. En este proceso, utilizo mi habilidad terapéutica, mis ideas, mi experiencia y mi intuición. Sin embargo, cada vez estas se combinan de una manera diferente, que jamás hubiera planeado. Es una dinámica que funciona, porque cada persona siempre recibe lo que necesita. No me cabe la menor duda de que estoy asistida desde el momento que me pongo al servicio de algo más grande y de que me convierto en un instrumento de la transmisión que tiene lugar.