El 8 de marzo es una fecha significativa para las mujeres de Amalurra pues, hoy hace 21 años, acogí en mi casa de Bilbao a un círculo compuesto por 16 mujeres dispuestas a explorar el significado de ser mujer así como a encontrar los valores profundos que nos sustentan. Expectantes y rebosantes de alegría y felicidad, estábamos decididas a despertar a nuestra verdadera identidad. Sin saber muy bien cuáles iban a ser los pasos que nos guiarían, en un círculo sagrado, nos comprometimos a despertar a la mujer dormida en nosotras, conscientes de nuestra gran responsabilidad en el devenir de las generaciones futuras, por las que pusimos nuestro primer rezo en común.
En aquel círculo inicial, nuestros rostros se iluminaron al percibir con claridad la nueva presencia que nos habitaba y al reconocer claramente el impulso vital que se activa cuando las mujeres nos reunimos con el propósito de reconectar con nuestra esencia femenina. Sabíamos que, a pesar de que el aspecto femenino sagrado, al que nos propusimos despertar, es una energía que no hace distinciones de género y acoge por igual a hombres y a mujeres, nosotras debíamos ponernos en pie para honrar nuestra naturaleza femenina. Deseábamos desarrollar un proceso de conciencia y de retorno a lo sagrado, a los valores ancestrales y a una visión global de los problemas actuales a fin de promover un cambio de conciencia que se expandiera por todo nuestro entorno y que contribuyera a sanar, nutrir, cobijar y defender la supervivencia de todos los seres y de nuestro hogar: la Tierra.
Al principio, no sabíamos de ningún otro círculo de mujeres que se reuniera con un objetivo similar al nuestro. Por ello, nos invadió una sensación de clandestinidad y de estar haciendo algo prohibido, ya que el carácter de nuestros círculos era diferente al de las reuniones de mujeres en las que habíamos participado con anterioridad. Sin embargo, después de 21 años, miles de círculos de mujeres florecen y se expanden por la Tierra.
Cuando las mujeres nos reunimos en círculo con el fin de despertar a nuestra naturaleza más profunda, surge de nuevo en nosotras la necesidad de entablar relaciones más empáticas, de reconectarnos a formas de vivir más inclusivas, que fueron marginalizadas por el sistema de valores patriarcal, y de velar por las generaciones futuras. Así mismo, tomamos conciencia de que la crisis ecológica global da voz a la crisis espiritual que la especie humana atraviesa y de que la separación que han fomentado las instituciones religiosas totalitarias, junto con los intereses egoístas de las naciones, han descuidado el bienestar colectivo de la humanidad y se han olvidado de nuestra estrecha interdependencia con toda vida en la Tierra. Nuestro intento, junto con el de muchas otras mujeres a lo largo de todo el planeta, ha sido contribuir a tejer una red femenina para crecer, inspirarnos y movilizarnos unidas. Esa conectividad, que surge de la unión, es el amor que desea abrazarlo todo para, de ese modo, superar la separación que hemos dejado crecer mientras hemos permanecido ajenas a nuestra naturaleza femenina y para defender aquello que amamos y nos necesita.
Por eso, hoy, 8 de marzo, quisiera felicitar a todas las mujeres y, en especial, a aquellas que han luchado por nuestros derechos, por nuestro bienestar, por la libertad y la justicia y por dar a la mujer el espacio que se merece y le corresponde.
¡Felicidades a todas!
Irene Goikolea