Este 2 de octubre se han cumplido 25 años del aniversario de los primeros círculos cuadrados sagrados que se crearon en honor a Regina, un personaje que conocí a través de Antonio Velasco Piña, en el año 1992. Antonio, erudito, escritor e historiador cuya humildad y conciencia me impactaron sobremanera, fue quien primero me habló de Regina, considerada ya como un arquetipo histórico de lo sagrado femenino.
Regina nació en México, pero fue educada espiritualmente en el Tíbet. De regreso a su país, aceptó ser la dirigente de un movimiento que tenía como finalidad despertar la dormida conciencia femenina. Ella nombró a Antonio “el testigo” de una misión que sellaría con su vida. Así, el 2 de octubre de 1968, Regina caería bajo las balas represoras de una revuelta estudiantil, sacrificando su vida por el despertar de unas fuerzas cósmicas que, en armonía con un legado tradicional milenario, permitirían a México encontrar una nueva conciencia como nación.
Desde entonces, cada 2 de octubre, los seguidores de Regina celebran este acontecimiento que, en palabras de Antonio Velasco Piña (ver video), selló un movimiento de toma de conciencia planetaria del que se derivarían los grandes cambios que la humanidad ha vivido desde aquel año: caída de regímenes dictatoriales comunistas, auge del movimiento ecologista y presencia de la mujer en el ámbito social, entre otros. Antonio se refiere a este día como un “parteaguas en la historia de nuestro planeta”, en el que dio comienzo un proceso de reactivación de los chakras de la Tierra. En su opinión, si este proceso es adecuadamente conducido, llevará a la especie humana a una etapa de esplendor espiritual que actualmente resulta inimaginable.
Para los miembros de Amalurra, y especialmente para mí como inspiradora de este movimiento comunitario, cuyo origen fue el despertar del aspecto femenino sagrado que Regina encabezó, este 2 de octubre ha marcado el cierre de un ciclo, uniéndonos al proceso de elevación de conciencia que la humanidad está atravesando. Para ello, ha sido esencial cerrar las heridas culturales y tribales y abrir los ojos y el corazón a lo que está ocurriendo en la Tierra en estos momentos. Para mí, la mejor manera de celebrar estos 25 años ha sido en compañía de Antonio y de las mujeres que mantienen viva la presencia y el legado de Regina.
Así, el 29 de septiembre salí para México acompañada de mi segunda hija, que ha vivido un viaje inolvidable y enriquecedor. Ese mismo día por la mañana, nada más llegar, acudimos a la basílica de la Virgen de Guadalupe, donde celebramos y agradecimos toda la inspiración y el coraje que recibimos de Regina para transitar estos 25 últimos años de continuo despertar a una conciencia global unitaria. Al día siguiente, me reuní con Antonio y visitamos el cuartito de Regina, donde todavía se puede sentir su presencia.
Fotografía 1: Irene Goikolea junto a Antonio Velasco Piña (2013)
El martes 1 de octubre, nos volvimos a reunir con Antonio para realizar una caminata sagrada por el bosque de Chapultepec. Según él, el propósito principal de las caminatas sagradas, como práctica espiritual, es trasladar la energía de un punto a otro de los centros sagrados de la Tierra a través de los seres humanos que circulan por las rutas que los conectan absorbiendo su energía. De esta manera, las rutas siguen funcionando y el potencial que despliegan puede ser utilizado. Los aztecas ya demostraron que cuando una peregrinación se efectúa conforme a ciertas normas, no sólo propicia la elevación de conciencia de quienes la realizan, sino que despierta la sacralidad de la tierra misma donde se lleva a cabo la caminata.
El bosque de Chapultepec es uno de los lugares sagrados de la Tierra. Entre este y el centro de la ciudad de México circula una poderosa corriente de energía. Percibirla e integrarse en ella a través de un recorrido consciente contribuye a iniciar la limpieza de esta ruta sagrada, tal y como se realizaba en la antigüedad.
La noche del 1 al 2 de octubre, acudimos a la Aldea de los Reyes, lugar donde nació Regina. Allí, participamos en varios temascales como preparación para la velación de la noche. Durante esta, compartimos experiencias y anhelos en sintonía de hermandad y en un ambiente de celebración. Nos encontrábamos a las faldas de los volcanes sagrados Iztaccihuatl y Popocatepetl, supremos guardianes de la conciencia de MEXHICCO, cuyas cimas se dejaron ver para el deleite de todos los presentes.
Para mí, fue muy grato reencontrarme con personas que asiduamente se dan cita en este acontecimiento, en el que nos enriquecimos mutuamente aportando así aire fresco e inspiración a los proyectos de cada quien.
La siguiente fotografía pertenece al 2 de octubre de 2005, uando acudí a México con un grupo de casi 100 mujeres de Amalurra. En el centro, me encuentro junto con otras mujeres dando forma a un lauburu hecho de flores.
Fotografía 2: Viaje a México con Ritual Olemca (2005)
El lauburu es un símbolo sagrado vasco que significa “cuatro cabezas” y representa las cuatro direcciones. Se dice que las cabezas del eje vertical hacen referencia a la expresión femenina, emocional y perceptiva, o a los elementos del fuego y del agua. Por su parte, las cabezas del eje horizontal simbolizarían la energía masculina, mental y física, o los elementos aire y tierra. Precisamente, el propósito de esta peregrinación de 2005 fue la unión de las rutas femenina y masculina que, sin duda, darán nacimiento a la nueva conciencia planetaria.
El lauburu también representa el sol y el fuego sagrado, la energía productiva, la llama siempre viva que actúa como símbolo de protección. Este símbolo nos comunica con la teología de nuestra propia cultura vasca y su relación con el mundo del espíritu y con los muertos. Pertenece a nuestras raíces más profundas y nos coloca en el origen de nuestro pueblo y en la relación con la tierra, los elementos y el espíritu.